En Metamorfosis, los dos personajes, uno en oposición al otro, sumergidos dentro del barril, crean inmediatamente un estado de interrogación que se mantendrá a lo largo de la obra, y que tendrá una solución final en la fuerte imagen escénica de la procesión que marca el trayecto de animal a hombre, rematado por el grito de triunfo que cierra la pieza. Sus movimientos son una expresión libre y fluida de estados, emociones, metáforas o ideas abstractas.La danza moderna rompe con las reglas y criterios del ballet clásico. Desde el inicio planteé con dignidad absoluta todos los matices de en la escena, eso hizo que el público se sintiera reflejado en cada danza. Al lado de esas versiones pueden localizarse otras de El lago de los cisnes, donde esas aves aparecen bajo la figura masculina de bailarines ajenos a los tutus transparentes y a las suaves ondulaciones de brazos femeninos: son figuras agresivas que se mueven más cercanamente a la personalidad de los cisnes, mitificados por el Romanticismo en aves dóciles bajo los encantamientos de algún hechicero o condenados a morir irremisiblemente, a pesar de su bella imagen transparente. La transformación es el motor o energía interna de la obra que cambia, altera, subvierte o lucha por convertirse en algo diferente a otra cosa (El pez de la torre nada en el asfalto). Ese fue el germen de una obra que monté años más tarde. Aquí desaparecen los bailarines y Shangó queda solo en penumbra. Para ello acude a una dramaturgia de revista, en la que la sucesión de un número tras otro permite exponer episodios aparentemente desconectados entre sí, aunque unificados por el tema: “Los niveles flotan unos dentro de otros, y se interfieren en una compleja progresión escénica de imágenes dramáticamente motivadas por la alternación entre ascensiones y caídas (por ejemplo: la tristeza con la frenéticamente histérica actividad), lo rápido con lo despacio, lo tenso con lo relajado.”. Sus títulos --como los de Nikolais-- anuncian atmósferas temáticas: Rain Forest alude a bosques húmedos donde pueden ocurrir transformaciones telúricas, aunque no aparezcan en la danza, sino que sólo se evocan. Reclamaron la danza como una expresión artistica del creador y demostraron que la danza no tenía que limitarse a los confines de reglas estrictas. 3 historia del ballet y la danza moderna Ana Abad Carlés Alianza Editorial (2012 Segunda edición). Ramiro afirma que para un bailarín clásico es tremendo hacer una danza solamente con todas las baterías más virtuosas del ballet, él montó una sección con esas baterías, pero sin coherencia entre unas y otras, sin preparación para pasar de una a otra. Por ejemplo, en Metamorfosis, del cubano Narciso Medina, coinciden la metáfora con la metonimia y el sinécdoque. Aquí la danza no solamente es un objeto en sí, sino también una productora de signos, que pretende ir más allá de la acción cinética, a nivel de producción de sentido, lo cual hace la relación emisor-receptor más compleja por los valores semánticos o significados que se despliegan, y que necesitan ser decodificados. Se puede preciar que es en esta etapa, la “estética del acabado” de Ramiro Guerra, no solamente en el paso, en el movimiento, sino además en la frase coreográfica, en el efecto sonoro, en la incorporación de cualquier nuevo elemento que le enriqueciera la obra. El desarrollo plantea una transformación o polaridad de la situación inicial, que a través de los aconteceres ocurridos en sus diez secciones van a revertir una realidad en otra bien distinta. Por la importancia histórica dentro del estudio de la dramaturgia de la danza moderna cubana, el propio Ramiro Guerra expondrá con profundo análisis el proceso de consecución de estas dos obras: «En esta oportunidad tuve la manera de soltar a los bailarines en el escenario de una forma como nunca lo había hecho, utilizando todo el espacio escénico y del teatro en su totalidad, dando tareas coreográficas a cada uno de ellos que después yo iba armando, y haciendo un final muy abierto en que el mismo público también tomaba parte, en la forma de terminar. Los sistemas sonoros también eran muy complejos, los mismos que la textura danzaría estaban muy basados en improvisaciones, que además dependían de la arquitectura del edificio. Todos estos asuntos referentes a la escritura coreográfica apuntados por Durán, pueden ubicarse en el discutido terreno de la problemática dramatúrgica. De ahí que Eduardo Rivero, quien bailara el Oggún más de 500 veces, exprese que la Suite que él estrenó, no era la misma que bailó en sus últimos tiempos, porque su maestro le permitía debido a su desarrollo técnico-artístico, que él improvisara en algunos momentos y fuera cambiando a elementos cada vez más complejos. Aquí la dramaturgia es exacta y compulsiva: una idea que se descubre sorpresivamente al final, pero que ha sabido mantenerse en suspenso desde el inicio, cuando los tres cuerpos han aparecido y comenzado a moverse dentro del estrecho recinto del solitario barril. Dicho “mensaje poético” posee, igual que cualquier otro emanado de la red universal de las comunicaciones, cuatro factores fundamentales: el autor, el receptor, el tema y el código en que se enuncia. Para penetrar en esa indagación será necesario incursionar de alguna forma, aunque sea somera, en la teoría de la recepción desarrollada en el espacio cultural de nuestra época. En la tercera categoría, la de la danza simbólica o alegórica, se establece un campo intermedio entre la abstracción y la mimesis, en el que los signos dejan de ser nítidamente miméticos para hacerse menos translúcidos por el uso retórico del lenguaje danzario, con la metáfora, la metonimia, el sinécdoque, la ironía y otras traspolaciones del decir expresivo. Una de las vías que también tiene el autor para hacerse entender, además de las citadas formas retóricas, puede ser el uso de la redundancia, en el que la repetición de signos permite enunciar un mensaje unívoco, con el cual “se procura establecer una absoluta identidad, en la relación que plantea el autor entre significado y significante, y la que planteará el descodificador”. Para ello, incluye el gesto, la personificación, el conflicto, la creación de atmósfera, y estados de tensiones y distensiones en el espacio y el tiempo, capaces de revelar significados. De un extremo a otro transcurre el tiempo escénico en el cual se despliegan los significantes de la obra. - Cambiaron los Claro está que en la narrativa todo ello se hace más simple, cosa que no lo es tanto cuando la obra se desenvuelve en el ámbito de lo simbólico o alegórico, en que la idea temática no está demasiado atada a lo real objetivo, sin estar del todo desvinculada del mismo. Conocedor de las diferentes técnicas danzarias, propuso un trabajo con la técnica clásica, pero con su concepción coreográfica de danza moderna, lo cual hizo que ese colectivo le propiciara un trabajo de sumo interés para él. En la segunda categoría, la danza de imagen o mimética, surgen numerosos signos que se agrupan en sistemas interrelacionados con el movimiento del cuerpo del ejecutante y que necesitan ser interpretados. Así lo hace el inglés Matthew Bourne, en quien el amor entre el cisne femenino y el príncipe se convierte en una situación de alter ego entre Albretch y la imagen de su otro yo percibido idealmente en sus sueños de niñez, como huida de la dependencia materna y su enfermizo amor por la autoritaria madre. Según ella, la obra artística se expresa por medio de lo que Umberto Eco ha denominado “mensaje poético”, que no es más que la concreción emanada de un sistema de sistemas, alguno de los cuales hacen referencia a las relaciones formales internas de la obra, mientras que otros se refieren a las relaciones de la misma con los que la disfrutan, y aun otros, tienen que ver con sus relaciones entre el contexto cultural en el que se originan y la misma obra. A menos que los creadores tomen medidas al respecto, sin eliminar desde luego las inquietudes y búsquedas en lo inexplorado, parecen llevar la danza contemporánea hacia un posible callejón sin salida. En esa época las precursoras de la danza moderna, tanto en Estados Unidos como en Europa, se rebelaron contra las estrictas reglas del ballet clásico. En El canto del ruiseñor, ya Guerra plantea una serie de nuevas ideas desde el punto de vista creativo. Cada una de esas secciones muestra a los personajes como individualidades al garete de una realidad que sólo los hace capaces de comprar, vender, y hacer trueques como medio de lucha dentro de una vacía sobrevivencia. Durante este período Ramiro tenía una dependencia musical muy estricta que iba en su contra, obras que basaba en los diseños musicales, aunque todavía sin un trabajo de conteo, ya que hasta ese momento lo rechazaba porque sentía que lo limitaba, además de la poca experiencia que aún tenía con el trabajo de la música. El tema, además, puede proveer de importantes ingredientes, tales como atmósfera, caracteres, sorpresa y suspenso (El pez de la torre nada en el asfalto). Sus obras no están fortificadas por el poder del hilo narrativo, sino que se desarrollan en arcos cíclicos, en los que se interpolan imágenes visuales en una espiral aparentemente infinita. Según el propio Ramiro Guerra, es él quien incorpora en Cuba el sistema de los elencos en sus figuras y en el cuerpo de baile, esto lo hizo por razones de índole artística y estratégica dentro del funcionamiento de la Compañía. Esta nueva exposición se logró al replantearse una mayor fluidez entre esas escenas, aquí el aporte coreográfico se da, al hacer entrar al siguiente personaje antes que termine el que se está presentando, para establecer una relación entre ambos. En Chacona hicimos un estudio minucioso de la técnica y el movimiento en que la Compañía logró un estilo definido como culminación de una etapa en que se toma el barroco para mostrar cubanía, implícita en la forma ondulante de mover brazos, caderas, manos, etcétera ».[1]. Él ha explicado que el texto fue usado antifonalmente, donde una solista dice el texto, respondido por un coro femenino y otro masculino, indistintamente. La danza contemporánea se caracteriza por tratarse de un tipo de danza a través de la cual se pretende expresar, mediante el cuerpo y los movimientos del bailarín, algún sentimiento, idea o emoción del mismo modo que lo hace el ballet clásico, aunque en este caso se combinan movimientos corporales creados tanto en el siglo XX como en el XXI. El sistema de conteos con nuevo sentido entra en la danza moderna como elemento dramatúrgico, al proponer y desarrollar tanto para la labor técnica como para la coreográfica, además del conteo simétrico tradicional de 2, 4 ,6 y 8, el asimétrico de 1, 3, 5 y 7, acompañado de un ( y ) para anteceder el conteo como preparación psicológica.
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